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jueves, 31 de marzo de 2016

Estrés laboral en trabajadores de atención a la salud: el síndrome de burnout

Los síndromes de estrés son aquellos conjuntos de síntomas psiquiátricos en los que la defensa o adaptación a exigencias externas desempeñan un papel etiopatogénico determinante y específico, provocando el fracaso del individuo en su intento de buscar un ajuste con la realidad para adaptarse al entorno y para tener control sobre sí mismo, sobre el mundo que le rodea y sobre su futuro inmediato.
Entre los síndromes de estrés crónicos se encuentran el de burnout y los de acoso, existiendo entre los factores de estrés en el personal de atención a la salud algunos intrínsecos como el contacto continuado con el dolor físico, la muerte, el miedo y la angustia, la masificación de la actividad sanitaria, la ansiedad por la existencia de lagunas, la insuficiencia en la formación y la incertidumbre en la relación sanitario-paciente.
Otros factores extrínsecos son las condiciones del entorno físico laboral, la organización del trabajo, el exceso de competitividad entre los profesionales y la insuficiencia de recursos. Más específicos serían, por una parte, en el propio individuo, fundamentalmente el predominio de la orientación humanitaria que produce candidatos al desencanto por una importante carga de idealismo, y la rutina en el trabajo diario, así como la falta de reconocimiento a los esfuerzos del personal de enfermería.
Por otro lado, encontramos factores específicos en diversas situaciones: ansiedades (Psiquiatría), muerte (Cuidados Intensivos), incertidumbre (Atención Primaria, Urgencias, etc.).
133_Estres laboral
Como consecuencia de los factores que inciden en el sector sanitario, las presiones asistenciales y emocionales, las continuas reestructuraciones y las tensiones entre los profesionales y entre los niveles de organización, llevan a que el burnout esté frecuentemente presente en los centros asistenciales.
Estrategia de acoso laboral
En un estudio propio (Domínguez, 2004) hasta el 43,2% de las enfermeras del Hospital del Instituto Nacional de Gestión Sanitaria en Ceuta especificaban haber sufrido alguna estrategia de acoso laboral. Nada sorprendente si ya en las Terceras Jornadas Andaluzas de Prevención de Riesgos Laborales en Hospitales y Distritos de Atención Primaria (celebradas en Sevilla el 4 y 5 marzo de 1999), en la “Encuesta sobre condiciones de trabajo en un Hospital Comarcal. Opinión trabajadores” sobre un total de 147 encuestas se citan como factores de riesgo psicosocial por los trabajadores los conflictos laborales en un 77,8%, la ambigüedad de las funciones en un 65,4%, el control del trabajo en un 30%, la carga cuantitativa de trabajo en un 79,4%, la carga cualitativa de trabajo en un 44,4%, la infrautilización de sus capacidades en un 70% y la turnicidad en un 64%, sintiéndose  estresados en un 72,5% de los casos y no percibiendo satisfacción en el trabajo nunca en un 38%, y solo ocasionalmente en un 12%. Las perspectivas profesionales fueron vistas como malas en un 41%, y regulares en un 46%, opinando que existía ausencia de objetivos definidos en un 77% de los encuestados.  El canal de información habitual fue el informal (67%) o ninguno (17%), siendo el canal oficial el resto (16%). El sentimiento de desmotivación fue referido por el 71% de los trabajadores.
Para Pines y Aronson (1988), el burnout no se restringe a profesionales de ayuda, sino que se produce en la involucración crónica en el trabajo en situaciones emocionales que son demandantes. Gil-Monte y Peiró (1997) lo definen como una respuesta al estrés laboral crónico integrado por actitudes y sentimientos negativos hacia las personas con las que se trabaja y hacia el propio rol profesional así como por la vivencia derivada de encontrarse emocionalmente agotado.
MBI
Respecto a la evaluación del burnout el instrumento que utilizamos habitualmente es el Maslach Burnout Inventory (MBI) de Maslach y Jackson (1986), sin duda el más empleado entre los investigadores, integrado por 22 ítem en forma de afirmaciones sobre los sentimientos y actitudes del profesional en su trabajo y hacia los clientes o pacientes, valorando las tres dimensiones propuestas por las autoras del constructo: agotamiento emocional, despersonalización afectiva y baja realización personal en el trabajo.
En España, Moreno, Rodríguez y Escobar (1991) realizaron un estudio de validez sobre 235 sujetos señalando que la escala de despersonalización tenía una escasa representación.
En 200 trabajadores de atención a la salud aleatoriamente seleccionados, la prevalencia del síndrome de burnout fue de un 17,1
Gil-Monte y Peiró (1998, 2000), sobre una muestra de 559 profesionales de diferentes ocupaciones, realizaron un análisis factorial mostrando una adecuada validez y fiabilidad de la versión adaptada al castellano. Se ha aplicado incluso al ámbito deportivo por Garcés et al. (1995) sobre una muestra de 256 deportistas. Actualmente existen tres versiones del MBI. Gil-Monte (2002) también lo aplicó a policías.
Existen otros instrumentos para la medida del desgaste profesional.
Personal de enfermería
También ha sido estudiado el burnout en muy diversas poblaciones. En personal de enfermería, una actividad muy expuesta al estrés laboral respecto a otras profesiones, se ha asociado al burnout por un discreto reconocimiento social en un trabajo sujeto a la presión del tiempo con falta de autonomía y con el uso de nuevas tecnologías de rápida obsolescencia en todo el ámbito del sector sanitario, con relaciones muy habitualmente conflictivas en los equipos de trabajo, y con la existencia de un importante espacio de tiempo en el que han de “convivir” con sus pacientes y familiares en contacto continuo con el sufrimiento y la muerte (Chacón, M. y Grau, J., 1997). Gil Monte PR., (2002, 2008) y Rincón, F. (2005) citan áreas específicas como urgencias, terapias intensivas y cuidados coronarios, que han sido denominadas como críticas por sus fuertes demandas de atención para los profesionales, atención inmediata y continua y alto grado de eficiencia.
El nivel de prevalencia que se cita en diferentes estudios cifra la frecuencia del síndrome de burnout en enfermeras entre un 20 y 40 % por encima de grupos como profesores y policías, y dependiendo de los estudios, por debajo del porcentaje detectado en médicos y estudiantes de enfermería (Adali y col., 2003; y Aiken y col., 2002). 
En nuestro estudio, en 200 trabajadores de atención a la salud aleatoriamente seleccionados, la prevalencia del síndrome de burnout fue de un 17,1%, siendo en enfermería del 18%, superándose las medias aritméticas de las cifras de corte elevadas solamente en agotamiento emocional en personal subalterno y en despersonalización afectiva en médicos, personal de oficios y personal subalterno.
Variables personales
Entre las variables personales que se han estudiado respecto al síndrome de burnout están el sexo, la edad, el estado civil, la antigüedad en el trabajo, diversas características de personalidad y psicopatologías y estrategias de afrontamiento.
La edad se ha señalado como mayor nivel de burnout entre los 40 y 45 años (Muñoz et al., 2001), mientras que en otros estudios se precisa que dicho fenómeno se produce en torno a los 44 años (Atance, 1997). En general, se presume que a mayor edad disminuiría la tensión laboral con lo que el grado de burnout sería menor (De la Fuente et al., 1994), salvo en el agotamiento emocional que se ha relacionado positivamente con la edad (Tello et al., 2002).
Por lo que se refiere al estado civil tampoco los datos son uniformes: Tello et al. (2002) refiere a los casados como más propensos a padecer burnout. Atance (1997) señala a separados y divorciados en relación a la baja realización persona.
En cuanto a la antigüedad en el trabajo, Olmedo et al., 2001, la identifican como factor de riesgo para padecer desgaste profesional y Atance (1997) lo sitúa entre los 5 y 10 años para el momento de más frecuente aparición.
En nuestro estudio, respecto al sexo no hemos obtenido diferencias significativas para el desgaste profesional respecto al género.
De la Fuente et al. (1994) y Gil-Monte (2002) concluyen que los hombres puntúan significativamente más alto que las mujeres en despersonalización afectiva.
Mientras que en otros estudios las mujeres son las que obtienen mayores puntuaciones en los instrumentos de medida (Atance, 1997), los hombres puntúan en otros estudios como más quemados por su labor (Lozano y Montalbán, 1999; Muñoz et al., 2001). Parkes (1998) menciona al género como una simple variable moderadora más que efectora.
Respecto al centro de trabajo diversos autores (Ballinas-Aguilar, 2009) no encuentran diferencias sobre la presencia del síndrome entre enfermeras de áreas críticas, siendo incluso la proporción de personas que lo presentan discretamente mayor en las áreas no críticas (en nuestro caso, es el hospital, respecto a otros centros de atención primaria o de urgencias extrahospitalarias).
En cuanto a la turnicidad, aun cuando en nuestro estudio no hemos identificado relación alguna entre aquella  y el desgaste laboral, Ballinas-Aguilar y col. (2009) en enfermeras hospitalarias en México encuentran diferencias solo para el turno vespertino.
Torrado et al. (1996) refieren un mayor número de quejas físicas y Aluja (1997) refiere morbilidad como ansiedad y depresión.
Asimismo se indican variables predisponentes en relación al estrés laboral como locus de control y conducta tipo A en estos contextos ocupacionales (Gil-Monte y Peiró, 1997, 1998; Narayanan, Menon y Spector, 1999; Parkes, 1984).
Rasgos de personalidad como baja estabilidad emocional, autoconfianza, personalidad resistente, tensión y ansiedad también se citan (Cebriá et al., 2001; Zellars, Perrewe y Hochwarter, 2000).
Variables de tipo “organizacional”
Variables de tipo “organizacional”, como el clima y el bienestar laboral, el grado de autonomía, la ejecución en el trabajo, el apoyo social, la ambigüedad de rol y la falta de reciprocidad se han estudiado. En particular el satisfactorio clima laboral, el bienestar y la satisfacción en el trabajo hacen que sea menor el estrés que los sujetos perciben. Igualmente el grado de autonomía o independencia que los profesionales pueden sentir en su puesto de trabajo, puede ser considerado como un antecedente en determinadas profesiones como la enfermería.
El nivel de prevalencia que se cita en estudios cifra la frecuencia del síndrome de burnout en enfermeras entre un 20 y 40 % por encima de grupos como profesores y policías
También la ambigüedad de rol, en relación con la incertidumbre entre las exigencias de la propia tarea y los métodos con los que debe ser ejecutada, parece favorecer el desarrollo de burnout (Gil-Monte y Peiró, 1998; Lozano y Montalbán, 1999; Moreno y Peñacoba, 1996) en profesiones como la medicina y la enfermería. Gil-Monte (2001) refiere también que la falta de reciprocidad de rol, en el sentido de que ni los pacientes ni la organización les recompensan, puede desgastarles en su trabajo. De la misma manera, el posible apoyo social podría amortiguar parte de las consecuencias del estrés y el número de horas de trabajo, de los tipos de contrato y de servicio, de los contratos eventuales o cambiantes y de los servicios con impacto emocional elevado como oncología infantil, cuidados paliativos o hematología (Gil-Monte y Peiró, 1997).
Personalidad
Turnipseed (1994) investigó la relación entre el burnout y el ambiente de trabajo identificando la influencia de variables psicosociales (cohesión entre los compañeros, estructura de la organización, comunicación y presión en el trabajo) que contribuirían al síndrome de estar quemado. Sin embargo, no hemos encontrado en la bibliografía la medición simultánea de los factores de la personalidad estudiados (extraversión-introversión, neuroticismo-paranoidismo, control-descontrol y sinceridad), del autoconcepto (social, familiar, laboral y emocional) y de la adaptación de conducta (personal, familiar, laboral y social) como elementos directamente predictores del estrés laboral, con respecto al síndrome de desgaste profesional y al acoso laboral, lo que realizamos mediante instrumentos reiteradamente validados.
Fuente: http://www.seguridad-laboral.es/prevencion/riesgo-psicosociales/estres-laboral-en-trabajadores-de-atencion-a-la-salud-el-sindrome-de-burnout

miércoles, 30 de marzo de 2016

miércoles, 23 de marzo de 2016

ROPA DE ALTA VISIBILIDAD: CARACTERISTICAS Y NORMATIVA





La ropa de protección de alta visibilidad está destinada a señalizar visualmente la presencia del usuario de la prenda mediante el aumento de su visibilidad por parte de un tercero, ya sea bajo la luz del Sol o bajo la luz de los faros de un automóvil u otro tipo de vehículo. 

Para aumentar la visibilidad del usuario, la prenda hace uso de una serie de materiales: 
  • Material fluorescente o material de fondo: absorben la radiación ultravioleta (del Sol) y emiten radiación visible (luz que el ojo humano puede ver). Este tipo de material es el encargado de aumentar la visibilidad del usuario durante el día. El color del material de fondo está normalizado y debiendo ajustarse a una de estas tres opciones: amarillo fluorescente, rojo-anaranjado fluorescente o rojo fluorescente.
  • Material retroreflectante: un material retrorreflectante es un material que refleja la luz incidente, cualquiera que sea su ángulo de incidencia, de vuelta hacia la fuente. Este material es el responsable del aumento de la visibilidad cuando la única luz existente proviene de los faros de vehículos.
  • Material combinado: material que tiene propiedades fluorescentes y retroreflectantes. 

Normativa aplicable

La norma europea armonizada que describe los requisitos que debe cumplir la ropa de alta visibilidad para uso profesional es la EN ISO 20471:2013. 
NOTA – Si bien existe la norma para ropas de visibilidad para uso no profesional (EN 1150:1999), en este catálogo nos centraremos únicamente en las ropas de alta visibilidad para uso profesional. 

Selección


La ropa de alta visibilidad según la norma EN ISO 20471:2013, se clasifica en tres clases según la superficie mínima del material visible (material de fondo (fluorescente), material retrorreflectante o material combinado) en la prenda: 
Superficies mínimas exigidas para el material visible (m2) 

Clase 3Clase 2Clase 1
Material de fondo0,800,500,14
Material retrorreflectante0,200,130,10
Material combinado--0,20
A mayor clase, mayor nivel de protección. La superficie del material de fondo exigido deberá repartirse proporcionalmente al 50% entre la parte delantera y trasera de la prenda.
El material de fondo y las bandas retrorreflectantes deben rodear el torso y las mangas y perneras, en caso de que las hubiese.
Para seleccionar la clase de la prenda se deben tener en cuenta factores como:
  • Tipo de vehículos que pueden producir un atropello, volumen y velocidad del tráfico, condiciones ambientales, duración de la exposición, etc.
  • Tipo y clase de prenda en función de la parte del cuerpo a cubrir, factor de reconocimiento, etc.
  • Compatibilidad con otro equipos.
A modo de de ejemplos orientativos, a continuación se citan algunas aplicaciones para las distintas clases de prendas de alta visibilidad: 
  • Clase 1: se usan en actividades que permitan al usuario ser visto completamente y sin duda por los vehículos que se aproximan. Debe haber una separación suficiente entre el trabajador y el tráfico y éste no debe circular a velocidades superiores a 40 Km/h.
  • Clase 2: su uso se aplica en situaciones donde es necesaria una mayor visibilidad en condiciones de mal tiempo o en situaciones donde los trabajadores realizan tareas que distraen su atención del tráfico que se aproxima o les sitúa muy cerca del tráfico en que los vehículos circulan a velocidades superiores a 40 Km/h.
  • Clase 3: Se utilizan por personal expuestos a gran peligro y que realizan tareas de alta carga de trabajo y en situaciones de malas condiciones climáticas y tráfico a velocidades superiores a 80 Km/h. Estas prendas deberían proporcionar aumento de la visibilidad a la mayoría del cuerpo, como brazos y piernas. 
Fuente: 
http://www.asepal.es/frontend/asepal/seccion.php?id_seccion=201


jueves, 17 de marzo de 2016

19 de Marzo: Día del Padre


Ya queda muy poquito para el día del Padre, ya sabéis que regalarle? Echar un vistazo a nuestro precioso escaparate que tiene varias ideas: delantales para los aitas cocinillas, polares para que no pasen frío, zuecos de colores para que estén cómodos en casa, en el trabajo ó en las vacaciones de Semana Santa que están a la vuelta de la esquina.

www.uniformesyvestuariolaboral.com


lunes, 14 de marzo de 2016

Riesgo Ubicuo

En esta ocasión nos ocuparemos de diversos riesgos insidiosos –y emergentes- que encontramos en el campo y en la oficina: el glifosato y el tóner.
El tóner es el polvo negro de impresoras y copiadoras, formado por micro-partículas cuya nocividad es mayor cuanto menor es el tamaño. Las partículas de tóner tienen una granulometría (diámetro) que oscila entre 10 y 20 micras (son muy inhalables).  Ejercen efectos irritantes y sensibilizantes sobre las vías respiratorias: estornudos, tos crónica, irritaciones en la piel y ojos e, incluso, dolores de cabeza. La FDS (Ficha de Datos de Seguridad) de este compuesto peligroso hace constar que la IARC (Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer) considera el negro de humo, componente del tóner, como carcinógeno del grupo 2B para humanos. Estudios específicos han demostrado que todas las máquinas liberan polvo de tóner a la atmósfera de la oficina. Dichas emisiones son más importantes en cartuchos nuevos y con mayores densidades de cobertura del tóner.
El glifosato tiene unos ‘apellidos’ bien explícitos: es un Disruptor Endocrino (D. E.) y un Compuesto Orgánico Persistente (C. O. P.). No en vano es conocido en muchos círculos como el ‘herbicida total’. Sin duda, mata plagas, pero como todo ‘biocida’ tiene el efecto colateral de afectar también a la vida de las personas y del ecosistema.
La evidencia es que el glifosato muestra resistencia a la biodegradación. La persistencia en el medio natural lleva a la sustancia a pasar a las aguas y los acuíferos. Antes de degradarse, también se ha oxidado en el aire de la atmósfera, contaminándola. Como apunte final, sólo resta señalar que un disruptor endocrino actúa como un ‘terrorista hormonal’, pues tiene la capacidad química de alterar el equilibrio hormonal, pudiendo provocar diferentes efectos adversos sobre la salud de las personas o de sus descendientes. Estamos, pues, ante un problema no sólo de salud laboral (trabajadores agrícolas), sino del conjunto de la población dado el alcance del riesgo.
Y las malas noticias no se acaban ahí. Sobre toda la población laboral pesa la losa de la astenia (cansancio-agotamiento), otro síndrome emergente provocado por el estrés, la mala calidad del sueño y el trabajar mucho. Así lo refleja el Estudio Vytal, conducido por la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (Semergen), que concluye que el 73% de los españoles dice sentir con frecuencia falta de vitalidad y energía (astenia).
El trabajo –cualquiera que sea y donde sea- tiene una connotación por defecto, la del riesgo, un riesgo que es multi-forme y ubicuo.
Fuente: http://www.proteccion-laboral.com/pl84/

sábado, 12 de marzo de 2016

Movilización de usuarios, una asignatura pendiente

De acuerdo con las estadísticas oficiales del Ministerio de Empleo y Seguridad Social (MEYSS, 2014) el 10% de los trabajadores españoles trabaja en el sector de la asistencia socio-sanitaria, principalmente en centros hospitalarios.
Esto convierte al sector sanitario en uno de los mayoritarios, siendo el segundo índice de incidencia más elevado de trastornos musculoesqueléticos (TME) a nivel nacional, después de la construcción.
La VII Encuesta de Condiciones de Trabajo (INSHT, 2011) indica que los trabajadores del sector socio-sanitario manifiestan dolencias cervicales (43,3%), dorsales (31,4%) y lumbares (52,2%), en cifras similares a las del sector de la construcción y los transportistas de mercancías. Esto en parte es debido a que, cada vez más, la sociedad requiere de personal que asuma tareas asistenciales y que requiere a menudo movilizar usuarios. La exigencia física de este tipo de actividad se acentúa cuando los usuarios que atienden sufren alguna discapacidad que merma su autonomía en las actividades de la vida diaria (AVD).
proyección de la población española a largo plazo (INE). (Imágen 1)

Vale la pena reflexionar sobre los datos de la encuesta de Discapacidad, Autonomía Personal y Situaciones de Dependencia (Instituto Nacional de Estadística, 2008) en la que un 30,3% de las personas mayores declararon tener alguna discapacidad; entendiendo por discapacidad, según la definición propuesta por el Consejo de Europa, el “estado en el que se encuentran las personas que por razones asociadas a la falta o la pérdida de autonomía física, psíquica o intelectual, tienen necesidad de asistencia y/o ayudas importantes a fin de realizar los actos corrientes de la vida diaria y, de modo particular, los referentes al cuidado personal”.

Actividades de la vida diaria (AVD)

Proyección de Población a Largo Plazo (INE). (Imágen 2)


La encuesta citada revela que existen personas en situación de dependencia o que requieren asistencia en las AVD en todas las franjas de edad. Pero es a partir de los 75 años cuando prácticamente la mitad de la población requiere de ayuda para llevar a cabo con normalidad las AVD básicas o instrumentales. Si a esto, añadimos el hecho de la regresión poblacional (el crecimiento de la población se prevé negativo a partir de 2020), la población mayor de 64 años se duplicaría en 40 años y pasaría a representar más del 30% del total (Instituto Nacional de Estadística, 2010) [imagen 1]. Con una población envejecida es de esperar que también suban los índices de dependencia [imagen 2].
Dicha evolución de la población junto con el retraso de la jubilación nos anticipa que en los próximos años tendremos también en las organizaciones un aumento de trabajadores mayores. Esto, a su vez, hará que tengamos que comenzar a elaborar planes de promoción de la salud en el trabajo (PST) que nos ayuden a abordar el envejecimiento y las enfermedades crónicas de los empleados para mejorar las condiciones laborales de este colectivo.
Frente a esta casuística, es imprescindible evaluar correctamente los puestos de trabajo y ofrecer una adecuada formación a los profesionales sanitarios para la prevención de lesiones musculoesqueléticas (LME) derivadas de la carga física de trabajo.

Factores de riesgo en la movilización de usuarios

Cuando hablamos de tareas de movilización es habitual prestar atención únicamente a los factores ergonómicos, ya que la cantidad de esfuerzo físico necesario para ejecutar la tarea (como levantar, empujar o tirar), la adopción de posiciones inadecuadas para el cuerpo (como inclinarse sobre una cama, arrodillarse o girar el tronco para alcanzar al usuario), y asistirle en las AVD básicas (higiene personal, alimentación,…) son elementos que favorecen la aparición de LME. En algunas ocasiones puede existir la repetición de una maniobra: realización del mismo patrón o serie de movimientos de manera continuada o frecuente durante la jornada de trabajo (en la movilización, se trataría de movimientos repetidos contra-resistencia).

Sin embargo, existen aspectos organizacionales e individuales que influyen en la aparición de LME y en los que el empresario puede intervenir para minimizar el impacto de la carga de trabajo. Como son el ritmo de trabajo alto (cuando se trabaja con prisas, se trabaja a más velocidad y no siempre respetando los protocolos de movilización), las demandas psicológicas que pueden contribuir a aumentar la tensión muscular y la falta de autonomía para gestionar las tareas debido a horarios laborales estrictos, con pocas posibilidades de decidir el tiempo de los períodos de descanso, limitan una recuperación muscular adecuada.
En cualquier caso, los factores individuales como la edad, el género y la forma física del trabajador influyen sobre el tono muscular y su predisposición a padecer LME. La formación y conocimiento específicos en movilización de usuarios será importante para minimizar el impacto lesivo sobre este colectivo.

Evaluación del riesgo ergonómico en tareas de movilización


Actualmente existe una metodología específica para evaluar este tipo de tareas y cuantificar en qué medida contribuyen los diferentes factores de riesgo: el método MAPO (Movilización Asistencial de Pacientes Hospitalizados). Dicha metodología queda recogida en la norma ISO/TR 12296 Ergonomics -Manual handling of people in the healthcare sector- y se describe de forma sintetizada en la NTP-907 (Evaluación del riesgo por manipulación manual de pacientes: método MAPO).
El método MAPO permite obtener un índice de riesgo de LME en la movilización de pacientes, teniendo en cuenta: el ratio de usuarios (colaboradores y parcialmente colaboradores) por trabajador, el número de ayudas técnicas de elevación (grúas), el número de productos de apoyo para realizar transferencias y/o cambios posturales (sábanas deslizantes, tablas de transferencia, camas ergonómicas, etc.), el número de sillas de ruedas, las condiciones del entorno donde se realiza la movilización y la formación teórico-práctica de los trabajadores que llevan a cabo estas tareas.
Una correcta gestión de los diferentes factores de riesgo ayudará a minimizar el impacto de las LME en el sector socio-sanitario. No obstante, se trata de un proceso de mejora continua del que hay que verificar periódicamente su eficacia.

Recomendaciones en la movilización de usuarios

Movilización siguiendo las pautas de higiene postural (Agencia Europea para la Seguridad y la Salud en el trabajo). (Imágen 3)

A la hora de ofrecer una formación adecuada para garantizar movilizaciones de usuarios, se aconseja enfatizar en las siguientes recomendaciones posturales para minimizar el esfuerzo y prevenir LME [imagen 3]:
-Mantener la espalda erguida (respetando las curvas fisiológicas).
-Adoptar una base de sustentación amplia (pies separados).
-Ejercer la fuerza con las piernas flexionadas (flexión de rodillas y del tronco sobre las caderas).
-Aprovechar el contrapeso del propio cuerpo, y la inercia del cuerpo del usuario.
-Contraer los músculos abdominales y glúteos para estabilizar la pelvis (bascular adecuadamente la pelvis es una herramienta clave para proteger la espalda).
-Mantener al usuario próximo a nuestro cuerpo (para mayor control del centro de gravedad).
-Aprovechar la gravedad y no hacer movimientos contra-gravedad (por ejemplo, es preferible hacer transferencias de una superficie más alta a otra más baja, evitando realizarlo a la inversa).
-Utilizar puntos de apoyo de nuestro cuerpo sobre la cama, mesa, camilla, silla, etc., para descargar peso de la espalda.
Otros aspectos para garantizar una movilización segura son:
-Conocer la enfermedad/lesión del usuario, el nivel de autonomía/colaboración, y valorar el espacio y equipos disponibles (así, con un paciente hemipléjico, conviene valorar por qué lado de la cama el usuario va a poder colaborar).
-Explicar al usuario los movimientos que vamos a realizar y pedir su colaboración.
Dar una orden única, clara y precisa para el movimiento [imagen 4].
-Utilizar productos de apoyo o solicitar ayuda de otras personas cuando sea necesario (si la persona no colabora o es muy voluminosa).
-Utilizar vestimenta adecuada, no llevar objetos punzantes en los bolsillos, ni adornos.
Instrucciones claras y únicas (Agencia Europea para la Seguridad y la Salud en el trabajo). (Imágen 4)

Conclusiones (aplicar un modelo de ergonomía integral)

Dado que se pronostica un envejecimiento progresivo de la población, tendremos en los próximos años un aumento de trabajadores mayores y un incremento también de las personas que requerirán asistencia para las AVD. Por ello, es prioritario proteger la salud del colectivo socio-sanitario, ofreciendo una formación adecuada en técnicas de movilización de usuarios.
Aunque se han enumerado algunos conceptos básicos de higiene postural a tener en cuenta, la movilización ergonómica de usuarios requiere un entrenamiento práctico y efectivo que está estrechamente vinculado a las técnicas de conciencia corporal y del movimiento. Ejemplos de éstas son la Técnica Alexander, el método Feldenkrais, y el método Dotte (específico para la movilización de pacientes).
Todas ellas comparten los mismos principios básicos, la reeducación postural del trabajador para afrontar las demandas físicas de la vida cotidiana con el mínimo esfuerzo y la máxima eficacia, protegiendo el sistema ósteo-muscular.
Finalmente, debemos recordar que la reducción efectiva de la siniestralidad de LME por carga física de trabajo requiere una actuación integral en ergonomía por parte de las organizaciones, basada en:
-Organización del trabajo (pausas, rotaciones, ratio de usuarios dependientes por trabajador, etc.).
-Diseño ergonómico del puesto de trabajo (accesibilidad y productos de apoyo disponibles).
-Formación en hábitos posturales y técnicas de movilización, y fomentar el ejercicio físico.
*Elena Caballero Martín. Técnico Dpto. Desarrollo de Proyectos en PRL. MC Mutual.
Fuente: http://www.proteccion-laboral.com/movilizacion-de-usuarios-una-asignatura-pendiente/


martes, 8 de marzo de 2016

Cascos para bomberos forestales y emergencias

Se han publicado las versiones en inglés de la normativa relativa a cascos de protección para los bomberos forestales (EN16471) y para el rescate técnico (EN16473) lo cual permitirá a estos colectivos, cuando lo precisen, seleccionar los EPI adecuados a sus actividades, que difieren de los bomberos estructurales definidas en la EN443:2008 actualmente en vigor y de los cascos para usos industriales EN 397:2012, habitualmente utilizados en algunos servicios de voluntarios para la extinción de incendios forestales, debido al hueco normativo existente.
En mi artículo publicado en el número 74 de esta revista manifestaba la tardía respuesta (más de 20 años) del CEN/TC 158 en cubrir este vacío normativo que afecta a las actividades de un numeroso colectivo de trabajadores, cuya protección de la cabeza ha tenido que seleccionarse sin criterios normalizados. Los cascos conforme a EN 443 son demasiado robustos y pesados además de caros, por lo cual se elegían cascos industriales (EN 397) que no satisfacían las prestaciones, ahora definidas para cubrir algunos riesgos específicos, consideradas esenciales en las nuevas normas.
Revisado el texto de ambas normas, se observa que los requisitos mínimos especificados coinciden con los procedimientos, prestaciones y ensayos que se indican en las prEN, objeto de mi mencionado artículo, por consiguiente no estimo necesario repetir su total descripción, siendo vigentes los contenidos de las Tablas A, B, C y D, correspondientes a requisitos comunes de ambas prEN y cuanto de detalla para los requisitos específicos en cada una de las prEN 16471 y 16473, si bien se mencionan oportunamente datos y detalles en el presente artículo cuando corresponde.
El contenido de este artículo pretende ser de información para los usuarios y ayuda al responsable de PRL en las siguientes tareas:
  • Revisar las dotaciones de cascos que dispone para el servicio y decidir su uso posterior o sustitución, de acuerdo con sus prestaciones
  • Especificar y seleccionar el casco, certificado CE conforme a las nuevas normas
  • Disponer de una batería de pruebas prácticas para evaluar objetivamente, con los agentes sociales, cada una de las opciones admitidas en la licitación que se publique para la adquisición de los nuevos cascos normalizados
A continuación se desarrolla el contenido del artículo, siguiendo las pautas indicadas:

Objeto y campo de aplicación

Para los cascos especificados, en cada una de las nuevas Normas, se define su campo de aplicación y prestaciones bajo los siguientes términos:
  • EN 16471: Contiene los requisitos mínimos para los cascos destinados a la lucha contra incendios forestales, que ofrecen protección a la parte superior de la cabeza principalmente contra los impactos, penetración, calor y llama y fragmentos ardientes asociados a las labores de extinción de incendios forestales Los ambientes forestales incluyen bosques, cultivos, plantaciones y matorrales/hierba etc.
  • EN 16473: Contiene los requisitos mínimos para los cascos destinados al rescate técnico y actividades asociadas, que ofrecen protección a la parte superior de la cabeza principalmente frente a los impactos, penetración, llama, riesgos eléctricos y sustancias químicas. Las actividades asociadas a los rescates técnicos incluyen trabajos en escenarios operativos tales como, pero no limitados, a accidentes de tráfico, intervenciones en la proximidad o dentro de estructuras colapsadas, durante largos periodos de tiempo, tras desastres naturales (inundaciones, terremotos etc.).

La protección de la cara, ojos, orejas y cuello puede requerir otros componentes adicionales, con o sin cualificación de EPI normalizado, los cuales no están cubiertos por estas Normas y son suministrados o recomendados por el fabricante, pudiendo incorporarse al casco (desmontables por el usuario), formando parte integrada y compatible. Otros accesorios, que no tienen función protectora para el usuario, tales como soportes de lámpara, clips de cables, escudos, tiras reflectantes, logos y adhesivos, tienen también que ser suministrados o autorizados por el fabricante.

Ensayos y requisitos comunes y específicos

Los ensayos para los cascos que se indican en estas Normas corresponden a la serie EN 13087-1 a 13087-10 que actualmente son pruebas estándar utilizadas para todo tipo de cascos, por cuya razón solamente se incluyen los requisitos principales exigidos, sin entrar en detalles del procedimiento.

En la Tabla se resumen las principales pruebas y prestaciones que deben satisfacer los cascos conforme a Normas (mecánicos, térmicos y específicos) y se comparan con las exigidas en la EN 397 para cascos de uso industrial. Se omiten los requerimientos físicos de los componentes (materiales, acabados, inocuidad, etc.), los acondicionamientos previos a las pruebas “a”, “b” y “c”, aplicables según notas al pié de las Tablas A, B, C y D,  así como las características  y ensayos de eficacia y resistencia en el sistema de retención(obligatorio en ambas Normas, siendo opcional en la EN 397) y los requisitos comunes al campo de visión(iguales en la EN 397). Todos ellos pueden consultarse en mi artículo anteriormente referenciado.




En la Tabla se menciona la Figura 2 (en rojo), en la cual se determina el área protegida (Plano AA), sobre la cabeza de pruebas (conforme a EN 960), así como los puntos de impacto en el ensayo de absorción, efectuados sobre el mismo casco, y en el orden 2, 1, 3 y 4 (se precisan tres cascos cada uno con diferente acondicionamiento). En la prueba de perforación se efectúan dos impactos del percutor cónico en la cima del casco distanciados 5 cm, dentro de un círculo de radio 50mm. (se utilizan dos cascos acondicionados de forma distinta). En ambos casos uno de los ensayos se realiza inmediatamente después de la etapa de acondicionamiento a una de las temperaturas fijada por el fabricante, -10ªC, -20ºC, -30ºC o -40ºC, lo cual se indica en el marcado del casco mediante uno o hasta cuatro asteriscos (*) respectivamente. En los cascos conforme a EN 397 es obligatorio los ensayos con acondicionamiento a -10ºC, solamente con un impacto, mientras que es opcional a temperaturas más bajas
En ambas Normas se exige que el sistema de retención del casco incluya barboquejo, (Figura 3), mientras que en la EN 397 es opcional, exigiendo sólo que en la copa se dispongan puntos de enganche para este elemento.
Estimo oportuno mencionar que al final del ensayo con calor radiante, el casco para uso en incendios forestales se somete a otras dos exposiciones al panel radiante de 7 kw, la última sin enfriamiento al terminarla, efectuando a continuación, la prueba de absorción de impactos en el orden 2, 1, 3 y 4, verificando que la transmisión sea también < 5 kN. En todas la exposiciones al calor radiante el incremento de la temperatura interior del casco se controla que sea un valor <25ºC.Estas pruebas y requisitos no se realizan en los cascos conforme a EN 397.
En la Tabla se indica para el caso de los cascos, utilizados en rescate técnico, que los ensayos de deformación lateral, resistencia a metales fundidos y aislamiento eléctrico son obligatorios, mientras que en los cascos conforme a EN397 son opcionales
Considero conveniente resaltar que los ensayos correspondientes a la resistencia al impacto de partículas a alta velocidad y productos químicos no se contemplan en la norma EN 397 relativa a cascos industriales. Sin embargo, se usan este tipo de cascos para bomberos forestales, cuando satisfacen los requisitos opcionales, incluyendo accesorios específicos.
Los comentarios anteriormente descritos corresponden a las celdas de la Tabla sombreadas en color amarillo, para una visión rápida de las diferencias en prestaciones

Selección del Casco

Teniendo en cuenta la novedad de ambas normas, existen actualmente pocos modelos de estos cascos y por consiguiente. es recomendable exigir al fabricante el Certificado CE de Tipo del modelo(s) que presente a licitación y las muestras que abarquen las tallas de cabeza del personal a proteger.
En ambas normas no se contemplan requisitos opcionales, es decir, cada una incluye las prestaciones que corresponden a los requisitos esenciales mínimos para cada actividad y por consiguiente, la norma al ser armonizada presupone que satisface lo exigido por el R.D 1407/1992 de 30 Noviembre, por el que se regula el marcado CE para los EPI comercializados en la UE.
Deben excluirse aquellos cascos que NO satisfacen los ensayos de Absorción de Impactos y Resistencia a la Perforación a temperaturas muy bajas, tomando como base, aquella que sea un escalón inferior a las históricamente registradas en el territorio donde se van a desarrollar las actividades del personal
Como parte de los criterios de selección es conveniente tener en cuenta pruebas prácticas de aceptación del producto, por parte de los agentes sociales. Se presenta a continuación un modelo sencillo de Hoja de Pruebas, similares en las que efectúa el Organismo Notificado en el proceso de Certificación del casco, estimando que puede ser de ayuda al evaluar el modelo más adecuado a sus necesidades específicas.
Pruebas, semejantes o simultáneas, es preciso realizarlas en los accesorios que vayan a ser acoplados al casco, teniendo presente que solamente pueden aceptarse aquellos que suministra o recomienda el fabricante. Para el caso de EPIs acoplados es preciso verificar su compatibilidad, es decir, que no queden afectadas sus prestaciones protectoras. Preceptivamente estos EPI han sido ensayados, durante el proceso de Homologación, por el O.N. con el modelo de casco. En los correspondientes Certificados CE de tipo, se especifican los modelos de EPI que se puede acoplar, o en los EPIs aquellos cascos a los que pueden acoplarse y, en caso de variar las prestaciones, los nuevos valores de protección.
En la Tabla se menciona la Figura 2 (en rojo), en la cual se determina el área protegida (Plano AA), sobre la cabeza de pruebas (conforme a EN 960), así como los puntos de impacto en el ensayo de absorción, efectuados sobre el mismo casco, y en el orden 2, 1, 3 y 4 (se precisan tres cascos cada uno con diferente acondicionamiento). En la prueba de perforación se efectúan dos impactos del percutor cónico en la cima del casco distanciados 5 cm, dentro de un círculo de radio 50mm. (se utilizan dos cascos acondicionados de forma distinta). En ambos casos uno de los ensayos se realiza inmediatamente después de la etapa de acondicionamiento a una de las temperaturas fijada por el fabricante, -10ªC, -20ºC, -30ºC o -40ºC, lo cual se indica en el marcado del casco mediante uno o hasta cuatro asteriscos (*) respectivamente. En los cascos conforme a EN 397 es obligatorio los ensayos con acondicionamiento a -10ºC, solamente con un impacto, mientras que es opcional a temperaturas más bajas
En ambas Normas se exige que el sistema de retención del casco incluya barboquejo, (Figura 3), mientras que en la EN 397 es opcional, exigiendo sólo que en la copa se dispongan puntos de enganche para este elemento.
Estimo oportuno mencionar que al final del ensayo con calor radiante, el casco para uso en incendios forestales se somete a otras dos exposiciones al panel radiante de 7 kw, la última sin enfriamiento al terminarla, efectuando a continuación, la prueba de absorción de impactos en el orden 2, 1, 3 y 4, verificando que la transmisión sea también < 5 kN. En todas la exposiciones al calor radiante el incremento de la temperatura interior del casco se controla que sea un valor <25ºC.Estas pruebas y requisitos no se realizan en los cascos conforme a EN 397.
En la Tabla se indica para el caso de los cascos, utilizados en rescate técnico, que los ensayos de deformación lateral, resistencia a metales fundidos y aislamiento eléctrico son obligatorios, mientras que en los cascos conforme a EN397 son opcionales
Considero conveniente resaltar que los ensayos correspondientes a la resistencia al impacto de partículas a alta velocidad y productos químicos no se contemplan en la norma EN 397 relativa a cascos industriales. Sin embargo, se usan este tipo de cascos para bomberos forestales, cuando satisfacen los requisitos opcionales, incluyendo accesorios específicos.
Los comentarios anteriormente descritos corresponden a las celdas de la Tabla sombreadas en color amarillo, para una visión rápida de las diferencias en prestaciones

Selección del Casco

Teniendo en cuenta la novedad de ambas normas, existen actualmente pocos modelos de estos cascos y por consiguiente. es recomendable exigir al fabricante el Certificado CE de Tipo del modelo(s) que presente a licitación y las muestras que abarquen las tallas de cabeza del personal a proteger.
En ambas normas no se contemplan requisitos opcionales, es decir, cada una incluye las prestaciones que corresponden a los requisitos esenciales mínimos para cada actividad y por consiguiente, la norma al ser armonizada presupone que satisface lo exigido por el R.D 1407/1992 de 30 Noviembre, por el que se regula el marcado CE para los EPI comercializados en la UE.
Deben excluirse aquellos cascos que NO satisfacen los ensayos de Absorción de Impactos y Resistencia a la Perforación a temperaturas muy bajas, tomando como base, aquella que sea un escalón inferior a las históricamente registradas en el territorio donde se van a desarrollar las actividades del personal
Como parte de los criterios de selección es conveniente tener en cuenta pruebas prácticas de aceptación del producto, por parte de los agentes sociales. Se presenta a continuación un modelo sencillo de Hoja de Pruebas, similares en las que efectúa el Organismo Notificado en el proceso de Certificación del casco, estimando que puede ser de ayuda al evaluar el modelo más adecuado a sus necesidades específicas.
Pruebas, semejantes o simultáneas, es preciso realizarlas en los accesorios que vayan a ser acoplados al casco, teniendo presente que solamente pueden aceptarse aquellos que suministra o recomienda el fabricante. Para el caso de EPIs acoplados es preciso verificar su compatibilidad, es decir, que no queden afectadas sus prestaciones protectoras. Preceptivamente estos EPI han sido ensayados, durante el proceso de Homologación, por el O.N. con el modelo de casco. En los correspondientes Certificados CE de tipo, se especifican los modelos de EPI que se puede acoplar, o en los EPIs aquellos cascos a los que pueden acoplarse y, en caso de variar las prestaciones, los nuevos valores de protección.

Variedad de accesorios que pueden acoplarse al casco, debiendo este servir de plataforma para la protección de la cabeza, estando diseñado para incorporar EPIs sin afectar a su función protectora y permitir su operatividad
Bibliografía
  • Textos en inglés de las normas publicadas en el Reino Unido BS EN 16371:2014 y BS EN 15373:2014
  • Documentación gráfica cedida por MSA Spain
Fuente: http://www.proteccion-laboral.com/cascos-para-bomberos-forestales-y-emergencias/