De acuerdo con las estadísticas oficiales del Ministerio de Empleo y Seguridad Social (MEYSS, 2014) el 10% de los trabajadores españoles trabaja en el sector de la asistencia socio-sanitaria, principalmente en centros hospitalarios.
Esto convierte al sector sanitario en uno de los mayoritarios, siendo el segundo índice de incidencia más elevado de trastornos musculoesqueléticos (TME) a nivel nacional, después de la construcción.
La VII Encuesta de Condiciones de Trabajo (INSHT, 2011) indica que los trabajadores del sector socio-sanitario manifiestan dolencias cervicales (43,3%), dorsales (31,4%) y lumbares (52,2%), en cifras similares a las del sector de la construcción y los transportistas de mercancías. Esto en parte es debido a que, cada vez más, la sociedad requiere de personal que asuma tareas asistenciales y que requiere a menudo movilizar usuarios. La exigencia física de este tipo de actividad se acentúa cuando los usuarios que atienden sufren alguna discapacidad que merma su autonomía en las actividades de la vida diaria (AVD).
proyección de la población española a largo plazo (INE). (Imágen 1)
Vale la pena reflexionar sobre los datos de la encuesta de Discapacidad, Autonomía Personal y Situaciones de Dependencia (Instituto Nacional de Estadística, 2008) en la que un 30,3% de las personas mayores declararon tener alguna discapacidad; entendiendo por discapacidad, según la definición propuesta por el Consejo de Europa, el “estado en el que se encuentran las personas que por razones asociadas a la falta o la pérdida de autonomía física, psíquica o intelectual, tienen necesidad de asistencia y/o ayudas importantes a fin de realizar los actos corrientes de la vida diaria y, de modo particular, los referentes al cuidado personal”.
Actividades de la vida diaria (AVD)
Proyección de Población a Largo Plazo (INE). (Imágen 2)
La encuesta citada revela que existen personas en situación de dependencia o que requieren asistencia en las AVD en todas las franjas de edad. Pero es a partir de los 75 años cuando prácticamente la mitad de la población requiere de ayuda para llevar a cabo con normalidad las AVD básicas o instrumentales. Si a esto, añadimos el hecho de la regresión poblacional (el crecimiento de la población se prevé negativo a partir de 2020), la población mayor de 64 años se duplicaría en 40 años y pasaría a representar más del 30% del total (Instituto Nacional de Estadística, 2010) [imagen 1]. Con una población envejecida es de esperar que también suban los índices de dependencia [imagen 2].
Dicha evolución de la población junto con el retraso de la jubilación nos anticipa que en los próximos años tendremos también en las organizaciones un aumento de trabajadores mayores. Esto, a su vez, hará que tengamos que comenzar a elaborar planes de promoción de la salud en el trabajo (PST) que nos ayuden a abordar el envejecimiento y las enfermedades crónicas de los empleados para mejorar las condiciones laborales de este colectivo.
Frente a esta casuística, es imprescindible evaluar correctamente los puestos de trabajo y ofrecer una adecuada formación a los profesionales sanitarios para la prevención de lesiones musculoesqueléticas (LME) derivadas de la carga física de trabajo.
Factores de riesgo en la movilización de usuarios
Cuando hablamos de tareas de movilización es habitual prestar atención únicamente a los factores ergonómicos, ya que la cantidad de esfuerzo físico necesario para ejecutar la tarea (como levantar, empujar o tirar), la adopción de posiciones inadecuadas para el cuerpo (como inclinarse sobre una cama, arrodillarse o girar el tronco para alcanzar al usuario), y asistirle en las AVD básicas (higiene personal, alimentación,…) son elementos que favorecen la aparición de LME. En algunas ocasiones puede existir la repetición de una maniobra: realización del mismo patrón o serie de movimientos de manera continuada o frecuente durante la jornada de trabajo (en la movilización, se trataría de movimientos repetidos contra-resistencia).
Sin embargo, existen aspectos organizacionales e individuales que influyen en la aparición de LME y en los que el empresario puede intervenir para minimizar el impacto de la carga de trabajo. Como son el ritmo de trabajo alto (cuando se trabaja con prisas, se trabaja a más velocidad y no siempre respetando los protocolos de movilización), las demandas psicológicas que pueden contribuir a aumentar la tensión muscular y la falta de autonomía para gestionar las tareas debido a horarios laborales estrictos, con pocas posibilidades de decidir el tiempo de los períodos de descanso, limitan una recuperación muscular adecuada.
En cualquier caso, los factores individuales como la edad, el género y la forma física del trabajador influyen sobre el tono muscular y su predisposición a padecer LME. La formación y conocimiento específicos en movilización de usuarios será importante para minimizar el impacto lesivo sobre este colectivo.
Evaluación del riesgo ergonómico en tareas de movilización
Actualmente existe una metodología específica para evaluar este tipo de tareas y cuantificar en qué medida contribuyen los diferentes factores de riesgo: el método MAPO (Movilización Asistencial de Pacientes Hospitalizados). Dicha metodología queda recogida en la norma ISO/TR 12296 Ergonomics -Manual handling of people in the healthcare sector- y se describe de forma sintetizada en la NTP-907 (Evaluación del riesgo por manipulación manual de pacientes: método MAPO).
El método MAPO permite obtener un índice de riesgo de LME en la movilización de pacientes, teniendo en cuenta: el ratio de usuarios (colaboradores y parcialmente colaboradores) por trabajador, el número de ayudas técnicas de elevación (grúas), el número de productos de apoyo para realizar transferencias y/o cambios posturales (sábanas deslizantes, tablas de transferencia, camas ergonómicas, etc.), el número de sillas de ruedas, las condiciones del entorno donde se realiza la movilización y la formación teórico-práctica de los trabajadores que llevan a cabo estas tareas.
Una correcta gestión de los diferentes factores de riesgo ayudará a minimizar el impacto de las LME en el sector socio-sanitario. No obstante, se trata de un proceso de mejora continua del que hay que verificar periódicamente su eficacia.
Recomendaciones en la movilización de usuarios
Movilización siguiendo las pautas de higiene postural (Agencia Europea para la Seguridad y la Salud en el trabajo). (Imágen 3)
A la hora de ofrecer una formación adecuada para garantizar movilizaciones de usuarios, se aconseja enfatizar en las siguientes recomendaciones posturales para minimizar el esfuerzo y prevenir LME [imagen 3]:
-Mantener la espalda erguida (respetando las curvas fisiológicas).
-Adoptar una base de sustentación amplia (pies separados).
-Ejercer la fuerza con las piernas flexionadas (flexión de rodillas y del tronco sobre las caderas).
-Aprovechar el contrapeso del propio cuerpo, y la inercia del cuerpo del usuario.
-Contraer los músculos abdominales y glúteos para estabilizar la pelvis (bascular adecuadamente la pelvis es una herramienta clave para proteger la espalda).
-Mantener al usuario próximo a nuestro cuerpo (para mayor control del centro de gravedad).
-Aprovechar la gravedad y no hacer movimientos contra-gravedad (por ejemplo, es preferible hacer transferencias de una superficie más alta a otra más baja, evitando realizarlo a la inversa).
-Utilizar puntos de apoyo de nuestro cuerpo sobre la cama, mesa, camilla, silla, etc., para descargar peso de la espalda.
Otros aspectos para garantizar una movilización segura son:
-Conocer la enfermedad/lesión del usuario, el nivel de autonomía/colaboración, y valorar el espacio y equipos disponibles (así, con un paciente hemipléjico, conviene valorar por qué lado de la cama el usuario va a poder colaborar).
-Explicar al usuario los movimientos que vamos a realizar y pedir su colaboración.
Dar una orden única, clara y precisa para el movimiento [imagen 4].
-Utilizar productos de apoyo o solicitar ayuda de otras personas cuando sea necesario (si la persona no colabora o es muy voluminosa).
-Utilizar vestimenta adecuada, no llevar objetos punzantes en los bolsillos, ni adornos.
Instrucciones claras y únicas (Agencia Europea para la Seguridad y la Salud en el trabajo). (Imágen 4)
Conclusiones (aplicar un modelo de ergonomía integral)
Dado que se pronostica un envejecimiento progresivo de la población, tendremos en los próximos años un aumento de trabajadores mayores y un incremento también de las personas que requerirán asistencia para las AVD. Por ello, es prioritario proteger la salud del colectivo socio-sanitario, ofreciendo una formación adecuada en técnicas de movilización de usuarios.
Aunque se han enumerado algunos conceptos básicos de higiene postural a tener en cuenta, la movilización ergonómica de usuarios requiere un entrenamiento práctico y efectivo que está estrechamente vinculado a las técnicas de conciencia corporal y del movimiento. Ejemplos de éstas son la Técnica Alexander, el método Feldenkrais, y el método Dotte (específico para la movilización de pacientes).
Todas ellas comparten los mismos principios básicos, la reeducación postural del trabajador para afrontar las demandas físicas de la vida cotidiana con el mínimo esfuerzo y la máxima eficacia, protegiendo el sistema ósteo-muscular.
Finalmente, debemos recordar que la reducción efectiva de la siniestralidad de LME por carga física de trabajo requiere una actuación integral en ergonomía por parte de las organizaciones, basada en:
-Organización del trabajo (pausas, rotaciones, ratio de usuarios dependientes por trabajador, etc.).
-Diseño ergonómico del puesto de trabajo (accesibilidad y productos de apoyo disponibles).
-Formación en hábitos posturales y técnicas de movilización, y fomentar el ejercicio físico.
*Elena Caballero Martín. Técnico Dpto. Desarrollo de Proyectos en PRL. MC Mutual.
Fuente: http://www.proteccion-laboral.com/movilizacion-de-usuarios-una-asignatura-pendiente/
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