En esta ocasión nos ocuparemos de diversos riesgos insidiosos –y emergentes- que encontramos en el campo y en la oficina: el glifosato y el tóner.
El tóner es el polvo negro de impresoras y copiadoras, formado por micro-partículas cuya nocividad es mayor cuanto menor es el tamaño. Las partículas de tóner tienen una granulometría (diámetro) que oscila entre 10 y 20 micras (son muy inhalables). Ejercen efectos irritantes y sensibilizantes sobre las vías respiratorias: estornudos, tos crónica, irritaciones en la piel y ojos e, incluso, dolores de cabeza. La FDS (Ficha de Datos de Seguridad) de este compuesto peligroso hace constar que la IARC (Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer) considera el negro de humo, componente del tóner, como carcinógeno del grupo 2B para humanos. Estudios específicos han demostrado que todas las máquinas liberan polvo de tóner a la atmósfera de la oficina. Dichas emisiones son más importantes en cartuchos nuevos y con mayores densidades de cobertura del tóner.
El glifosato tiene unos ‘apellidos’ bien explícitos: es un Disruptor Endocrino (D. E.) y un Compuesto Orgánico Persistente (C. O. P.). No en vano es conocido en muchos círculos como el ‘herbicida total’. Sin duda, mata plagas, pero como todo ‘biocida’ tiene el efecto colateral de afectar también a la vida de las personas y del ecosistema.
La evidencia es que el glifosato muestra resistencia a la biodegradación. La persistencia en el medio natural lleva a la sustancia a pasar a las aguas y los acuíferos. Antes de degradarse, también se ha oxidado en el aire de la atmósfera, contaminándola. Como apunte final, sólo resta señalar que un disruptor endocrino actúa como un ‘terrorista hormonal’, pues tiene la capacidad química de alterar el equilibrio hormonal, pudiendo provocar diferentes efectos adversos sobre la salud de las personas o de sus descendientes. Estamos, pues, ante un problema no sólo de salud laboral (trabajadores agrícolas), sino del conjunto de la población dado el alcance del riesgo.
Y las malas noticias no se acaban ahí. Sobre toda la población laboral pesa la losa de la astenia (cansancio-agotamiento), otro síndrome emergente provocado por el estrés, la mala calidad del sueño y el trabajar mucho. Así lo refleja el Estudio Vytal, conducido por la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (Semergen), que concluye que el 73% de los españoles dice sentir con frecuencia falta de vitalidad y energía (astenia).
El trabajo –cualquiera que sea y donde sea- tiene una connotación por defecto, la del riesgo, un riesgo que es multi-forme y ubicuo.
Fuente: http://www.proteccion-laboral.com/pl84/
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