aunque la siniestralidad laboral en el sector de la construcción ha disminuido significativamente los últimos años, sigue siendo una de las más elevadas en comparación con otros sectores. Asimismo, el número de enfermedades profesionales en éste también representa un porcentaje muy significativo.
Debido a la evolución hacia un modelo más respetuoso con el medio ambiente en el sector, la construcción sostenible ha sido descrita como un escenario de riesgos emergentes en el documento técnico “Estudio sobre riesgos laborales emergentes en el sector de la construcción” del INSHT.
No significa, por supuesto, que la construcción sostenible sea más peligrosa para el trabajador que otros modelos menos verdes. Pero sí es importante conocer que ésta conlleva riesgos distintos y que deben ser tomados en cuenta de manera particular.
Entrando en materia
En construcción sostenible se tiende a sacar más provecho a recursos naturales como la luz solar. Para ello se trabaja con espacios acristalados como claraboyas. En consecuencia, se deben desarrollar tareas en altura, con su correspondiente riesgo de caídas. Además, al ser los paneles de cristal muy pesados, implica posturas forzadas que pueden resultar en trastornos músculo-esqueléticos (TME).
Para reducir las pérdidas de calor y ahorrar energía, se hace uso de materiales aislantes en la instalación de cerramientos y ventanas. Estas tareas, además de implicar trabajos en altura y riesgo de contacto eléctrico, pueden exponer al trabajador a materiales como los isocianatos que se emplean en la espuma de poliuretano. Estas sustancias pueden provocar asma, irritación de las vías respiratorias y dermatitis. También se utiliza fibra de vidrio sintético, que puede ser responsable de irritación en ojos, vías respiratorias y piel. Los trabajos de sustitución de los mencionados materiales aislantes por otros más ecológicos como la fibra de madera o de arcilla incrementan el riesgo de exposición a los primeros, durante su retirada.
En cuanto a los riesgos asociados a las tecnologías limpias, los paneles solares (térmicos y fotovoltaicos) y los aerogeneradores suponen un incremento de las condiciones de trabajo peligrosas como el riesgo de caída o el contacto eléctrico. Destacamos este último ya que, cuando la energía eléctrica proviene tanto de la red general como de la fotovoltaica, si se desconectara el interruptor general, el riesgo de electrocución seguiría presente debido a que éste no actúa sobre la red de energía fotovoltaica. Los paneles también incrementan el riesgo de incendio, ya que pueden alcanzar altas temperaturas y con ello actuar como fuente de ignición. Además de estar compuestos por sustancias peligrosas como cadmio, dióxido de selenio o polvo de silicio, acostumbran a ser piezas pesadas y difíciles de manipular, con lo que pueden producir sobresfuerzos y TME.
Durante los últimos años ha incrementado el uso de materiales de construcción derivados de la nanotecnología. Materiales como los nanotubos se consideran ecológicos porque incrementan la durabilidad y resistencia de ciertas estructuras. Pero todavía no existe evidencia de que sean seguros.
La madera, por su parte, está considerada uno de los materiales de construcción más ecológicos: es natural, biodegradable, reciclable, un buen aislante y fija el CO2 en su crecimiento. Por ello, ha crecido el uso de productos obtenidos a partir de madera reciclada. Aun así, presenta un comportamiento preocupante ante el fuego al ser extremadamente inflamable.
Entre los materiales de construcción respetuosos con el medio ambiente, también encontramos los derivados del aprovechamiento de subproductos industriales como las cenizas de carbón. Pero éstas pueden contener restos de arsénico, mercurio y otras sustancias.
Esta es una versión muy resumida del artículo de la revista PL90 “Riesgos laborales emergentes en la construcción”. Para una aproximación más detallada a riesgos como las nanopartículas o la gestión de residuos, os recomendamos consultarlo
Fuente: http://www.proteccion-laboral.com
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