La violencia, la intimidación y el acoso son cada vez más frecuentes en las organizaciones y empresas europeas, según ponía de manifiesto el informe Workplace, Violence and Harassment: an European Picture, conducido por la Agencia Europea de la Seguridad y la Salud en el Trabajo en el año 2011. El mismo llamaba la atención sobre los costes para las empresas, que no sólo repercuten en la misma sociedad, sino incluso en la economía de los países.
La violencia laboral es un concepto amplio: infracción-distorsión de las normas de convivencia pacífica, comportamiento anti-social agresivo, tanto en el ámbito verbal como físico, etc. La tendencia ha sido la de asociar la violencia laboral con la agresión física. Sin embargo, y a falta de una definición única, la violencia laboral va más allá de la mera agresión física y debe incluir otras conductas susceptibles de violentar a la víctima. Así la violencia laboral incluiría, además de las agresiones físicas, las conductas verbales o físicas amenazantes, intimidatorias, abusivas y acosadoras. La NTP 489 (INSHT), “Violencia en el lugar de trabajo”, advierte de que “o no se les presta atención o se asumen como parte integrante del trabajo”, pudiendo tener importantes efectos sobre las personas que los sufren.
La violencia laboral es un efecto multi-causal y son muchas las teorías que explican su génesis, desde factores biológicos al aprendizaje social, sin olvidar los factores socio-económicos (renta, nivel cultural, lugar donde se vive). Buena parte de la conducta social es aprendida. Por tanto, la conducta agresiva se aprendería de los contextos en los que las personas se educan y crecen.
La violencia que se ejerce en el trabajo puede responder a condiciones concretas de presión social o del entorno, carga de trabajo, falta de autonomía, demandas o expectativas no cumplidas, descarga de malestar, existencia de personas ‘tóxicas’ o carentes de habilidades sociales para gestionar las relaciones en un marco de normalidad… Dichas condiciones son debidas a la organización o al agresor. Las organizaciones tienen la responsabilidad de mantener un clima laboral favorable. Mandos agresivos, presiones excesivas para aumentar la productividad, plantillas insuficientes, despidos generalizados o injustificados, aislamiento laboral, nocturnidad, turnos de trabajo… suponen unas tensiones que, siendo agresivas en sí mismas, a su vez pueden desencadenar conductas agresivas.
Las consecuencias llevan directamente al estrés post-traumático, una fuerte reacción emocional que aflora con episodios de índole diversa, como ansiedad, irritabilidad, tensión, depresión, dificultades de atención-concentración y memoria, astenia y síntomas psicosomáticos diversos.
Hoy día, la violencia no sería una condición necesaria para sobrevivir, sino más bien “el recurso de los incompetentes, el miedo a las ideas de los demás, y la poca fe en las propias”.
Fuente: http://www.proteccion-laboral.com/violencia-laboral-recurso-incompetentes/
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