La alergia es una hipersensibilidad o reacción desproporcionada del sistema inmunitario cuando se toca, inhala o ingiere una sustancia que es inofensiva para la mayoría de las personas. Los alérgenos pueden ser naturales (polen, alimentos, ácaros y un largo etc.) o sintéticos, que son, de hecho, los más habituales, habiéndose identificado cerca de 3.000 sustancias que pueden provocar este tipo de reacciones.
¿Qué es una alergia laboral?
Una alergia laboral es aquella enfermedad en la que el sistema inmunológico funciona de manera inadecuada generando una reacción excesiva ante la exposición en el puesto de trabajo a un agente sensibilizante.
Son las enfermedades laborales más frecuentes, principalmente en forma de asma y rinitis alérgica —se calcula que cerca del 7% del asma que padece la población tiene origen profesional— y la dermatosis o dermatitis de contacto, estimándose que pueden aparecer más de 10.000 casos al año aunque muy pocos sean tipificados como enfermedades profesionales. Estas enfermedades reducen el rendimiento laboral, pudiendo llegar incluso a causar una incapacidad laboral total, lo cual genera elevados costes a las empresas.
¿Qué alergias son más comunes en determinados sectores laborales?
Algunos de los principales sectores afectados por las alergias ocupacionales y sus manifestaciones más comunes son:
- Peluquería: dermatitis, rinitis o asma provocadas por tintes, permanentes, utensilios de peluquería, guantes o metales.
- Alimentación y restauración: rinitis y asma por harinas, ácaros del polvo, moho o humo de cocina, así como dermatitis por desinfectantes, detergentes, látex o ciertos alimentos.
- Servicios sanitarios: dermatitis por desinfectantes, detergentes, guantes de goma, acrilatos o ciertos medicamentos.
- Construcción: dermatitis por cemento, resinas, adhesivos o barnices.
- Metalurgia: dermatitis por los propios metales, el aceite de corte, las pinturas o los bañas electrolíticos.
- Industria maderera: rinitis y asma por el serrín, maderas exóticas, barnices, adhesivos y resinas.
- Industria química: causadas por fármacos, barnices, pagamentos, pinturas, plásticos, colorantes, aditivos, látex, resinas, etc.
- Agricultura, ganadería, veterinaria e industrias biológicas: rinitis y asma causadas por proteínas de origen animal o vegetal, plantas, gomas y pesticidas.
No significa que estas sustancias alergénicas y estos sectores sean los únicos, sino simplemente los principales. De hecho, cualquier sustancia puede causar una reacción alérgica laboral a una persona susceptible genéticamente al ser expuesta al alérgeno. Asimismo, puede que la reacción no sea inmediata, al primer contacto, sino que la persona se vaya sensibilizando a la sustancia que le causa la alergia a medida que se ve expuesta a ella, desarrollándola con el paso del tiempo.
Diagnóstico
El diagnóstico de una alergia de origen laboral se basa fundamentalmente en la historia clínica y laboral y en las pruebas diagnósticas. Es muy significativo que se pueda tratar de una alergia ocupacional el hecho de que se dé una mejoría de los síntomas al ausentarse por un periodo de tiempo del puesto de trabajo o cambiar de puesto dentro del mismo trabajo y estos empeoren al volver a verse expuesto al alérgeno.
Para que una alergia sea reconocida como enfermedad laboral esta debe haberse adquirido a consecuencia de la exposición en un trabajo realizado por cuenta ajena por acción de alguna de las sustancias que se recogen en el cuadro del Real Decreto 1299/2006 del 10 de noviembre sobre las enfermedades profesionales. De tratarse de una alergia que no venga recogida en dicho cuadro se deberá demostrar que la alergia del paciente está causada exclusivamente por su entorno laboral.
Prevenir una alergia laboral
El objetivo en la prevención de las alergias de origen laboral es reducir la concentración de la sustancia sensibilizante por debajo del nivel que genera los daños a los trabajadores. En el artículo 15 de la Ley 31/95 de prevención de riesgos laborales (LPRL) se recogen los principios de la acción preventiva, iguales cualquier riesgo, lo cual incluye también las alergias laborales.
Si se sospechan síntomas de una alergia de origen laboral el trabajador tiene el deber de informar a la empresa y acudir a su mutua laboral para poder recibir el correcto diagnóstico y tratamiento médico, así como solicitar visita con un médico especialista en alergología para acabar de filiar la alergia e instaurar un tratamiento preventivo si es preciso.
Si se comprueba que la sustancia alergénica es efectivamente de origen laboral se debe pedir a la empresa que tome las medidas pertinentes para evitar la reaparición de los síntomas y las consiguientes bajas laborales, que causan un perjuicio tanto al trabajador como a la empresa. Si no fuese posible aplicar ninguna medida preventiva eficaz ni se pudiese reubicar al trabajador afectado en otro puesto de trabajo donde no se vea afectado por el alérgeno dentro de la misma empresa, se debería valorar la posibilidad de una incapacidad laboral, siempre y cuando esté suficientemente probado que la alergia es exclusivamente laboral.
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