Un estudio da evidencias sobre ello, pero a muchas no nos sorprende. Las mujeres trabajadoras tenemos más tendencia a padecer depresión que los hombres. El pasado mes, La Gaceta Sanitaria publicó un informe donde revelaban cifras que lo respaldaban. En España, el 19% de población femenina activa padece algún trastorno de salud mental, frente el 13% de los hombres en la misma situación.
El mismo estudio también observa que 20,5% de los trabajadores y el 23,7% de las trabajadoras con algún problema de salud mental también presentan un alto nivel de estrés laboral y que el 30,4% de los hombres y el 34,3% de las mujeres con este tipo de desórdenes manifiestan una baja satisfacción laboral. La misma brecha de infelicidad se hace presente cuando analizan los trabajadores autónomos (19,2% de los hombres y 21% de las mujeres) y los de contrato temporal (14% de los hombres y 19,8% de las mujeres). Pero las cifras de depresión aumentan en situaciones de más “vulnerabilidad”, tales como una mayor edad, divorcio (26,7%) o viudedad (29,9%). Los autores del estudio lo concluyen remarcando la necesidad de adoptar medidas políticas y sociales que promuevan la igualdad y hacer frente a las diferencias de género en salud mental.
No sólo en el ámbito laboral existe esta brecha entre el grado de insatisfacción masculino y el femenino. Y tampoco sólo en España. La Oficina de Salud Mental del Estado de Nueva York elaboró este estudio con similares conclusiones: “Las mujeres corren más alto riesgo de depresión que los hombres” y la desigualdad en el trabajo es, entre otras, una de las principales causas. Los estresores a los que apuntan son las responsabilidades principales en el hogar y en el trabajo, ser madre soltera y cuidar de niños o padres envejecientes. También coinciden en que las tasas son mayores cuando se trata de mujeres separadas o divorciadas.
La misma historia de siempre
Aunque la mujer ya esté en el mercado laboral, aún no se ha librado del rol de género que la relaciona con los cuidados del hogar y de las personas con dependencia. Eso se traduce, en demasiados casos, en tener que dedicar una “segunda jornada” a la casa, después de haber trabajado. Hay quién dice “Mujer, tú puedes con todo”, como si ser una heroína que logra sacar tiempo para todo fuera un consuelo. Pero el estrés que provoca “poder con todo” no lo podemos soportar todas, y las empresas lo saben. Por eso, a la hora de contratar o de promocionar, no se mira igual a una mujer con hijos (o en edad fértil) que a un hombre con hijos. Se sigue esperando de nosotras que seamos la principal cuidadora de éstos.
Eso algunas veces no nos permite desarrollarnos del todo como profesionales ni dedicar todo el tiempo que creemos necesario a tareas domésticas: pues muchas también hemos acabado absorbiendo esta expectativa, por desgracia. El resultado: una insatisfacción constante debida a la frustración de no poder llegar a todo lo que queríamos llegar o a lo que otros querían que llegáramos. Una sensación permanente de hacerlo todo a medias. No es casualidad que la mayoría de contratos a jornada reducida se reserven a las mujeres. Ni que más del 75% de los cargos directivos sean ocupados por hombres.
Por si fuera poco, en el trabajo también nos tenemos que enfrentar a problemas que, por norma general, nos repercuten más a nosotras: el acoso sexual, los despidos por maternidad o cobrar menos que nuestros homónimos masculinos son buenos ejemplos. ¿Veis por qué he dicho al principio que nada de esto me sorprendía?
fuente: http://www.proteccion-laboral.com
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